Cuando María Clauss asistió a la exhumación de cadáveres de represaliados de la guerra civil en la localidad onubense de Nerva -una de las fosas más grandes de la España rural- no imaginó la dimensión que alcanzaría su trabajo Donde no habite el olvido. Galardonado con el 26º Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña de Médicos del Mundo, este proyecto intenta no solo reconstruir el pasado sino también transmitir los sentimientos y las emociones de los hijos , hijas, hermanos y hermanas de las víctimas.
Los escenarios escogidos por la fotógrafa fueron el cementerio de Huelva y varios enclaves de esa provincia como Nerva, Río Tinto, Higuera de La Sierra y San Juan del Puerto, entre otros.
Historias que traspasan el objetivo
María Clauss, de 53 años es la primera mujer en obtener este prestigioso premio de fotografía. Desde el inicio de su proyecto se propuso trabajar con «familiares directos: hijos, hijas y hermanos o hermanas».
Recuerda que quería llevarlos a «los lugares de la represión: una cuneta, una cárcel, una iglesia o una tapia de un cementerio, donde encerraron a las víctimas o los fusilaron». Una vez escogido el espacio donde se había producido la represión fotografió en ellos a los familiares. Un trabajo fotográfico que -según afirma la autora- «no tendría ningún sentido» sin testimonios, si las instantáneas no fueran acompañadas de palabras.
«Para mí eran fundamentales los testimonios, porque los familiares tienen mucha necesidad de hablar, de contar su vida. Ver a gente mayor llorar como si fueran niños y acompañarlos ha sido una experiencia emocionante», relata esta experimentada fotógrafa, quien siente este trabajo como una experiencia que traspasa lo profesional y cala lo personal.
«Los fotógrafos llegamos, -cuenta- hacemos nuestro trabajo y nos vamos. En este caso, yo, me he involucrado». Por ello, Clauss consideró esencial que las fotografías fueran acompañadas de textos con el fin de que quienes las vean se estremezcan «un poquito» con los sentimientos impactantes de los supervivientes. «Ni uno dejó de llorar, todos se emocionaron como niños pequeños», reitera.
Con 126 fosas localizadas o identificadas hasta la fecha, Huelva es la segunda provincia de Andalucía, solo por detrás de Sevilla, en tan siniestra lista. Un segundo puesto que también ocupa en número de víctimas, que podía superar las diez mil. En el pueblo minero de Nerva se calcula que podrían encontrarse los restos de hasta 800 personas.
Clauss recuerda «la sensación impactante al ver los cuerpos tirados unos encima de otros en una fosa» cuando asistió a una exhumación en Nerva. Entonces «no tenía claro» la dimensión que alcanzaría su trabajo, llevado a cabo durante 2021 y principios de 2022.
Un trabajo de investigación con “conexión emocional”
De lo que sí estaba segura era de que deseaba «aprender e indagar lo máximo posible», porque reconoce que «no era una gran conocedora del tema». Para salvar este obstáculo se puso manos a la obra apoyándose en investigadores locales, historiadores, como Francisco Espinosa, o acudiendo a archivos, como el militar de Sevilla, y ayuntamientos. Siempre desde su objetivo independiente, sin ataduras partidistas ni asociacionistas, deseaba «contextualizar» para saber lo que iba fotografiar.
A partir de aquí comenzaron sus pesquisas para localizar a los familiares de los represaliados. «Para mi trabajo necesitaba una conexión emocional mayor que la que pueda tener un sobrino o un nieto», y esto hizo el proceso «más difícil». Todas las personas protagonistas, indica, «son muy mayores, otras tienen miedo y otras no quieren exponerse públicamente».
Entre los que accedieron a contar su historia está Antonio Villanueva, de 86 años. Posa en la prisión provincial de Huelva, donde estuvo viviendo junto a su madre acusada de «estraperlo» tras ser fusilado su padre. Él anhela sacarle de la fosa común del cementerio y que le den un solo hueso para enterrarlo dignamente.
Clauss también fija su objetivo en Juan Rivera, 87 años, quien perdió a su abuelo, a su padre y a su hermano, entre el 15 y el 19 de agosto de 1936. O en Dominga Aparicio, 84 años, que recuerda a su padre fusilado frente a la puerta de una iglesia.
También pone su foco en Juana Ramayo Pacheco, 95 años, quien perdió a su hermana adolescente por acudir supuestamente a una manifestación. Y en Francisca González, 87 años, quien en diez días quedó huérfana de padre y madre.
Y homenajea a poetas como Miguel Hernández, encarcelado en la prisión provincial de Huelva. Una de las instantáneas recoge su imagen proyectada en una de las celdas del penal onubense.
Con la misma técnica recuerda a Balbina Sánchez, la única mujer de los 21 maestros fusilados en la provincia, al tiempo que brinda homenaje a otras dieciséis mujeres de la localidad de Zufre, fusiladas en noviembre de 1937.
La serie de diez fotografías premiadas -nueve en color y una en blanco y negro- forma para parte de una exposición mayor, respaldada por el Comisionado de la Memoria Democrática de la Diputación de Huelva.
Una mujer sin siglas
A través de este trabajo, la autora desea «crear conexión entre los espectadores, la familia, el represaliado y el lugar», al mismo tiempo que despertar el interés en el público sobre la gente que sufre». Y destaca que le «encantaría» trabajar fuera de Huelva en esta misma temática e indistintamente en fosas de represaliados de ambos bandos.
La serie Donde no habite el olvido, arranca con una instantánea del cementerio de Huelva, en el mismo lugar donde un millar de personas fueron fusiladas tras el levantamiento militar. Esta tapia fue testigo de una triste etapa de nuestra historia que aún hoy lucha por no ser olvidada.
Esta serie verá luz el primer trimestre de 2023 en una exposición organizada por Médicos del Mundo en la que se exhibirán los proyectos de las personas galardonadas de la edición 26 del Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña.