Pies de foto
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Ganador edición 2025

Samuel Nacar

Las sombras ya tienen nombre 


Presentación

“En la prisión de Sednaya dormíamos en la oscuridad. Nunca sabías a quién se llevarían de la celda. El prisionero era brutalmente golpeado, a veces hasta la muerte. Por la mañana, nos dábamos cuenta de que la persona que estaba a nuestro lado había muerto. Utilizaban porras eléctricas, barras de hierro, palos de madera, piedras, cables y cualquier objeto que encontraban para golpearnos». Así lo cuenta Mohammad Khaled Krayem, uno de los supervivientes de las prisiones sirias.  

Desde que estallaron las primeras protestas en Siria en 2011, el régimen de Assad transformó su ya brutal sistema penitenciario en un arma de guerra, diseñada para aplastar a decenas de miles de personas a escala industrial. Al final de este proceso, lo único que quedaba eran cuerpos sin vida, destrozados, despojados de alma y dignidad. Esta historia, con fotografías e imágenes aéreas, revela esta sombría realidad a través de entrevistas con nueve supervivientes. Todos ellos fueron encarcelados en centros de detención de los servicios de inteligencia. Seis de ellos acabaron en la prisión militar de Sednaya. Dos lucharon con la oposición armada, dos desertaron del ejército del régimen y el resto se identifican como civiles.  

Estos testimonios se complementan con entrevistas a expertos, datos y fuentes de organizaciones sirias, y visitas a lugares clave tras la caída del régimen: Sednaya, una prisión de inteligencia militar conocida como la Rama Palestina, y la morgue del Hospital Al Mujtahid, donde llegaron decenas de cadáveres tras la caída del régimen. No se trataba simplemente de un sistema que, en medio de una guerra, encarcelaba, ejecutaba y mataba a rebeldes y desertores del ejército mediante el hambre y las enfermedades. Era una vasta red de prisiones, con Sednaya como núcleo, donde innumerables manifestantes, médicos, activistas, periodistas, trabajadores humanitarios, obreros, taxistas y estudiantes desaparecieron para siempre.  

La dictadura utilizó a la gente común para enviar un mensaje escalofriante a toda la población. Así es como el régimen libró la guerra contra su propio pueblo. Las detenciones y ejecuciones arbitrarias no solo sirvieron para extorsionar a miles de familias, sino también para sumir a la nación en el silencio y cultivar una mística de terror y secretismo en torno al régimen. Se trataba de una máquina de muerte industrial. Era la trinchera, lejos del campo de batalla, donde la dictadura justificaba su existencia. Era el campo de batalla psicológico y físico donde Assad estuvo a punto de ganar la guerra.  


Biografía

Samuel Nacar (nacido en Barcelona, 1992) es un fotógrafo documentalista y cineasta mediterráneo cuyo trabajo se centra en la migración, los conflictos sociales y la despoblación. Sus proyectos exploran dos aspectos clave de la migración: el impacto en las comunidades que quedan atrás tras la emigración masiva y las rutas migratorias como espacios de resistencia, destacando la falta de vías seguras y las dificultades a las que se enfrentan las personas en tránsito. Su trabajo está profundamente arraigado en la región mediterránea, explorando sus transformaciones sociales, económicas y medioambientales.

Ha trabajado como colaborador independiente para Ruido Photo, Revista 5W, entre otros. Comenzó su carrera como periodista independiente en 2015 en Lesbos, cubriendo la crisis de los refugiados. Desde entonces, ha pasado más de una década documentando el sistema fronterizo europeo y las violaciones de los derechos humanos en todo el continente.

Su trabajo ha sido reconocido con varios premios, entre ellos la Beca Joana Biarnés por Cartas a Mariví, un proyecto sobre la desindustrialización de España y el declive de las ciudades periféricas. Actualmente, se centra en la desindustrialización y la despoblación en España y el éxodo a lo largo de la ruta migratoria del Atlántico, analizando cómo la migración afecta a quienes deciden quedarse.